Es un hecho, ciertos amores que llegan a tu vida no están destinados a durar, a hacerte saber que son amor verdadero, o se marchan o te rompen. Algunos amores arrasan con los que sí están destinados a durar porque los permitimos, los mantenemos vivos mientras dejan de lado las buenas oportunidades.
Ciertos amores son tóxicos, son destructivos, juegan con nuestras mentes y nos hacen confiar. Provocan una combinación peligrosa de dolor y de placer. Y así es como nos mantenemos atados. Aprendemos a quedarnos, a asegurarnos que amamos aunque no sea cierto. Algunos amores dejan cicatrices imborrables y una vez que se van, te aferras a los recuerdos y te sumerges en ellos para tener una pequeña dosis de aquel que considerabas amor real.
Pronto se te empiezan a olvidar los detalles, ya no recuerdas su olor, o cómo se sentía su contacto sobre tu piel. Ese amor fue tan corto y te indigna que así haya sido.
En ese poco tiempo que duró ese amor experimentaste un fuego abrasador tan brillante que creías que te dejaría ciego. Creíste que ese amor te iba a transformar, que te iba a hacer sentir como ningún otro. Sentiste la seguridad de que cada vez sería más y mejor. Pero de pronto, todo acabó. Ya soñabas con un futuro juntos aunque sabías que nunca pasaría.
Ya no sabes si alguna vez vuelvas a sentirte igual, no sabes si conocerás a alguien que te haga sentir el mismo fuego. Pero eres consciente que esa persona te llenó por completo y luego te desangró sin darte cuenta. Te miraba como si pudiera leer tu alma y no crees que alguien más pueda lograr tal cosa. A veces dudas, no sabes si puedas volver a amar.
Ni siquiera puedes decir que te arrepientes de ese amor efímero, sabías que jugabas con algo que se escapaba de tus manos y aun así estabas dispuesto a perder, a salir herido o caer muerto. Terminaron dañándose el uno al otro, pero cuando lo analizas, serías capaz de volverlo a hacer. ¿Y por qué? Parece una tontería, ¿cierto? Porque a pesar de que no duró, a pesar de que estaba destinado a alguien más, pudiste vivir algo que jamás imaginaste vivir.
Aunque dolió al final, aunque sentiste frustración e indignación por no poder conservar a esa persona, no te arrepientes. Y no debes hacerlo. Hay muchos amores así, que no tienen la intención de durar, pero llegan con un propósito. Uno muy importante, tú. Hacerte crecer, hacerte creer en el amor de verdad, experimentar esa dicha y experimentar la pérdida como cruda realidad.
Esos amores no están destinados a durar, pero la lección que dejan queda para siempre. No se destruyen, no se acaban. No te arrepientas. Debes conservar en tu memoria todo lo bueno, la emoción, la pasión y las sonrisas, y tomar lo malo para transformarlo en material de valor.
Sí, es doloroso, pero pasará. Dejarás de sufrir por esa pérdida, algunos días evocaras los recuerdos porque te hacían mucho bien. Poco a poco nuevas memorias con nuevas personas van opacando el pasado. Poco a poco te ves inmerso en una nueva y maravillosa realidad.
No te arrepientas, llora, ríe, aprende y crece.