Sé que ya no hay oportunidad de volver atrás para hacer las cosas diferentes, pero ojalá que nunca se hubiera cruzado en tu camino ese patán. Te miro y me hago pedazos, me extraño, quisiera volver a ser aquella mujer que era capaz de lo que sea, la que no dejaba que la rompieran y que disfrutaba de todo lo que hacía. Dejaste que ese hombre te hundiera hasta que te volviste sombra, una muy oscura, de esas que lloran por las noches y fingen sonrisas en el día. Hoy me quiero a hablar a mí, para ver si así me escucho y entiendo que ya es tiempo de poner un punto final, de esos que duelen, de los que te dejan sin aliento y te hacen creer que algo te falta. Esta carta es para mí misma, para dejar de sufrir por alguien que lo único que me ha dado es un maltrato tras otro.
Mírate, estás tan rota, las lágrimas se deslizan por tu rostro sin previo aviso, porque ya no puedes más. Te has encargado de decirle a todos que estás bien, pero por dentro te cuesta avanzar, no puedes concebir cómo siendo tan inteligente, valiente y determinada, de todos modos ese hombre te logró manipular hasta que te tuvo en la palma de su mano. Te hizo creer que te daría lo mejor de su mundo, pero apenas y te dejó pisar el porche de su corazón. Sé que te duele, que quisieras que todo fuera distinto, sin embargo, ya te cansaste. No es justo que seas la que siempre da, la que contesta sus mensajes a tiempo, la que baja la mirada cuando él no responde. No se vale que te trate como si fueras su capricho y nada más, ese que usa para satisfacer a su ego. Quisiste volar en su cielo y él aprovechó para lanzarte desde arriba.
Un patán que te rompió
Ese patán rompió con todos los hilos de tu amor propio, le creíste cuando te dijo que nadie te iba a querer, que tus defectos daban pena y te metió tantas tontas ideas en la cabeza, que en verdad pensaste que tu única opción era quedarte a su lado. Ahí, en donde terminabas llorando a escondidas en el baño, después de descubrir otra más de sus infidelidades. Ahí, en donde te gritaba sin razón y te humillaba por lo que sea. Ahí, en donde los besos eran contados y después de estar contigo en las noches, te pedía que te hicieras a un lado. Te fragmentó tanto que decidiste cerrar tu corazón con uno y mil candados. Te volviste insegura, callada, escéptica. La mujer que huye del amor, la misma que un día creyó en un ‘felices para siempre’.
Hoy te queda claro, es el final… aunque te duele y te hace querer buscar desesperadamente un pretexto para no dejarlo. Ahora, ¿Qué vas a decir?. ¿Cómo lo vas a justificar? Se te agotaron las excusas, ya no hay cómo salvarlo, no te corresponde a ti convertirlo en una mejor persona, es lo peor que te puedes hacer. Se te va a ir la vida entre cuatro paredes llenas de amargura, vacíos, decepciones. No te mereces estar ahí y lo sabes, ¿Para qué? Te trata como si te estuviera vendiendo sus caricias, una de vez en cuando sólo para tenerte ahí, como una marioneta a la que puede tirar el día de mañana y no va a pasar nada.
¿Cuántas veces le rogaste que te comprendiera? Te vio llorar y no hizo nada, minimizó todo lo que salía de tu boca, te hizo sentir la mujer más menospreciada y la que no merecía que la escucharan, ni siquiera un poco. Te echó en cara el pasado, para hacerte sentir culpable, poco valiosa y recordarte que él es el único que puede estar contigo. Cada palabra se quedó ahí, en lo más profundo de tu corazón, ya no se va, son pequeñas grietas que al tocarlas vuelven a doler.
Eso nunca fue amor
Lo extrañaste tanto estando con él que sería tonto quedarte. Te reemplazó en tu propia cara, diciéndote que no lo complacías del todo, que tus pláticas se habían vuelto aburridas y que tu cuerpo ya no era el mismo. Su amor fue feo, pero…. qué digo amor, eso no tenía ni una gota de saludable, era hiriente, cruel, agobiante. Era sinónimo de un montón de noches llenas de tristeza. ¿Cuántas veces te dormiste pensando que no eras suficiente? Buscaste mil maneras de llenar sus expectativas, pero era como intentar derribar un muro tras otro, nunca pudiste llegar.
Ese patán despertó tus inseguridades y se burló de ellas, sabía que con sólo decir una sola cosa era capaz de hacerte trizas. ¿Te das cuenta? Gozó al verte destrozada y de todas maneras te limpiaste las lágrimas para perdonarlo. ¿Cuántas veces le volviste a creer? Tantas oportunidades que no valoró, porque estaba seguro de que hiciera lo que hiciera, tú ibas a estar ahí, dispuesta a recibirlo con los brazos abiertos. Unos brazos fastidiados, pero con algo de fuerza para no dejarlo ir.
Te entiendo, sé que soltarlo agudiza esa sensación extraña en el pecho, una angustia que no te deja avanzar del todo, porque te aterra lo desconocido, ¿Qué viene después? Te lo digo en serio, confía, porque este dolor que estás sintiendo es el más sanador que te vas a encontrar en la vida. Deja de soportar, de ponerte como el saco de basura emocional de un hombre que no vale la pena. Ya es tiempo, acepta que ya no serás parte de sus días ni él de los tuyos. En el fondo sabes que ya no perteneces ahí, estás tan seca y tan decepcionada que hasta sería hipócrita decir que volver a su lado te hará feliz.
Llegó el momento de soltar
Es momento de arrancarlo bonita, que se vaya con todas tus lágrimas, con todas esas promesas que nunca cumplió, con sus críticas y su indiferencia. Que se vaya con esa versión tuya que soportó tanto por querer mantener una relación que ya se había acabado desde hace tiempo. Eres mucho más que todo ese caos y ese drama. Sé que el deseo no va a desaparecer de la noche a la mañana, que vas a añorar esos pocos momentos en los que te hizo creer que todo estaba bien. La pérdida te hará preguntarte un montón de cosas y cuando te enfrentes a los demonios de tu soledad vas a querer volver, pero no te autoengañes. Es mejor que sigas adelante sola, que conformarte con un patán.
No te voy a mentir, te vas a derrumbar, vas a sentir que el mundo se te viene encima, vas a extrañarlo como una desquiciada, pero abraza el dolor, siente cada emoción y después vuelve a levantarte, porque te espera algo mucho mejor. Pon la mano en tu pecho, siente tu corazón, estás aquí, los latidos no se han ido, están lastimados, pero los puedes reparar. Eres tú la que lo tiene que decidir.
Confío en ti, todavía puedes bailar hasta el amanecer, gritar, cantar, reír, su oscuridad no fue capaz de llevarse tu esencia. Sólo tienes que ir hasta el fondo para recuperarla y volver a reconstruirte. Mereces un amor al que no le tengas que rogar, alguien que no te dé las sobras de su tiempo ni que te haga sentir culpable por su falta de responsabilidad afectiva.
Hoy, te perdono…
Sí, te perdono y te libero, porque sé que no eras tan consciente como ahora. Sé que tu ingenuidad y tu buen corazón te hicieron ver amor en donde no lo había. Te quitó todo ese montón de culpas y pensamientos tontos que te metieron en la cabeza. Hoy, sé que lo vas a lograr, lo vas a dejar, aunque sea sinónimo de hundirte un par de días en tu habitación. Hoy, vas a sanar y volverás a volar. Como antes de conocer a ese patán.
Querida yo, te admiro, porque sigues firme a pesar de las tantas veces que te pisoteó el corazón.
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