Me desordenaste el alma entera y no es reproche, pero me cansé de ser la que siempre buscaba una manera de justificar lo que sentía por ti. Me culpé muchas veces, como si fuera un pecado querer a la buena. Y es que sí, estoy loca, soy intensa y a la vez esquiva, tengo ese toque de frialdad que puede confundir a varios, pero basta con que me mires a los ojos para que te des cuenta de lo mucho que amo. Quizás, estas palabras ya están de más, porque no pienso volver atrás. Mi corazón ya no aguanta, han sido demasiados rasguños, lo estrujaste como si de eso dependiera tu vida. Entonces, me sentí pequeña, escondí las lágrimas y fingí que esa herida no me hacía nada. Qué tontería, si por dentro me estabas ahogando. Sí, perdí la cabeza, pero hoy me aferro a mi razón. Por ello, quiero compartirte esta carta de despedida, para ti, para el hombre que no supo valorarme a tiempo.
Me recuerdo ahí, tan frágil entre tus brazos, tenías el don de envolverme con sólo hablarme al oído, me enamoraste hasta los huesos. No sé cómo le hiciste, pero el lenguaje que existía entre tú y yo me encantaba, podíamos decirnos todo y nada, sin siquiera cruzar una palabra. Te volviste esencial, la válvula de escape que me repetía, que la vida vale la pena, que amores como tú no se encuentran a la vuelta de la esquina. Fue tanta la llamarada de amor que me prometiste, que me la creí. Me convertí en aquella mujer ingenua que esperaba, la que callaba, la que justificaba. Se acabó, me fragmentaste tanto, que caducó mi amor.
Fui tan tuya y no te diste cuenta
¿Qué te hace pensar que quiero regresar? Créeme, no te estoy hablando desde el rencor, no es un castigo, yo sé que el mejor regalo que me pude haber dado es dejarte ir así, sin deseo de venganza. No te voy a mentir, cuando decidiste marcharte de mi vida me sentí la mujer más destrozada y humillada de este mundo. Me tragué un montón de lágrimas y no te dije tantas cosas para no empeorar la situación. Fueron meses en los que me pregunté qué hice mal. Me recuerdo ahí, tendida en el sofá, frente al televisor, pero en realidad no estaba consciente, mi mente andaba en otro lado, preguntándose por qué nunca fui suficiente para ti.
Estar contigo fue como intentar derribar un muro tras otro, para no conseguir nada, porque volvías a levantar uno más grande. No te bastaron mis caricias, besos, abrazos. Me dije, tal vez no le expresé una buena cantidad de veces lo mucho que lo amaba. Estaba tan desesperada por obtener una razón de tu partida, que asumí que yo era la culpable. Ahí fue cuando no me cuestioné nada, simplemente dejé que la vida pusiera las piezas en su sitio y la verdad es que hoy lo agradezco desde lo más profundo de mi ser. En ese momento no sabía del favor que me estaba haciendo el destino.
No me valoraste…
¿Qué pretendes ahora?, ¿Por qué quieres volver después de que no te importó romperme en mil pedazos? Déjame decirte que no me sorprende tu cinismo, porque eres capaz de lo que sea con tal de salirte con la tuya. Por fortuna, te conozco tan bien como la palma de mi mano, sé que tus pasos son calculadores y que si antes te marchaste fue porque no sentías amor por mí. Ahora, me pregunto si es tu ego el que está preocupado por no ser reconocido. Has vuelto a tiempo, en el preciso momento en el que ya me siento libre, en el que no te necesito, porque te dejé ir.
Te saqué de mis pensamientos, mis labios, mi cuerpo, mi alma entera. Es cierto, no fue fácil, tú me viste quererte hasta olvidarme de mi misma, pero lo logré. Me caí algunas veces, pero me amarré las emociones y no fui a rogarte. Qué bueno que no lo hice, quizás en el fondo sabía que ibas a volver. Mírate, no eres ni la mitad del hombre que me tuvo y no me valoró. Parecía que tenías el mundo a tus pies, ahora me estás suplicando para que te deje entrar a un pedacito del mío. ¿Qué irónica es la vida no crees?
Es muy tarde, ya cambié…
Definitivamente, ya no soy la misma, me convertí en alguien mucho mejor. No me malinterpretes, no te estoy hablando desde el ego. Soy una mujer que tuvo que sanarse sola, que se enfrentó a sus oscuridades y se recordó que vale demasiado. Conforme fueron pasando los días, mis heridas se cerraron. Las cicatrices ahí están, las acaricio de vez en cuando, no es porque sea masoquista, es porque me gusta darme cuenta de lo que soy capaz.
Me sorprende mi resiliencia, siempre tan dispuesta, mostrando mi mejor cara. Y yo que pensaba que me iba a quedar ahí, tendida en las profundidades de mi depresión, esperando que me llegara un mensaje o una llamada tuya, diciendo que te equivocaste. Eso no pasó y entonces mi ansiedad se volvió un enemigo constante. Me decía que yo era el problema, que tenía que cambiar o si no nadie me iba a querer. También me dijo que no era tan bonita, ni tan inteligente ni tan suficiente. Imagina por un momento ese montón de pensamientos aturdiendo tu mente, ¿Lo soportarías?
Esta carta la escribo porque quiero que entiendas que ya te solté, que cada lágrima que derramé por ti me ayudó a borrar hasta el último rastro. Ya no te quiero de vuelta, pero lo más importante es que no te necesito. En el pasado sí, porque no sabía que había caído en la codependencia. Sin embargo, aprendí que ese es el tipo de relación que yo no quiero en mi vida y mucho menos me la merezco.
No quiero ese amor
Eso de que te quieran un día sí y otro no, te va rompiendo la autoestima hasta que te acostumbras al montón de migajas. Ya no estoy para regresar con un hombre que no tiene ni la menor idea de lo que es la responsabilidad afectiva. Me harté de escuchar una excusa tras otra, nadie te ganaba en justificar tus malos tratos. Ahora, espero que encuentres a alguien que encaje contigo a la perfección, que se conforme con tu falta de iniciativa. Ya sabes lo que dicen, siempre hay un roto para un descosido.
Por fortuna, yo soy esa rota, la que un día tuviste, pero no aprovechaste. Soy la que se puso a tus pies y decidiste ignorar. Soy la rota que sigue teniendo momentos de locura en los que ni ella se entiende. A veces, con la sonrisa hasta el cielo y otras veces con lágrimas en la mirada. ¿Qué te puedo decir? Es mi esencia, esa no va a cambiar ni quiero. Soy la que se ama por encima de todo, tanto que ya me di cuenta de que regresar a tu lado sería el segundo peor error de mi vida. Porque el primero fue dejarte entrar en el pasado.
Te entiendo, sé que me extrañas y que no ha llegado un amor que te dé tanta calidez como la que tuviste a mi lado. Sin embargo, si quieres madurar, empieza por aceptar que a veces se pierde y no se vuelve a recuperar.
Ojalá te quedes con los recuerdos, porque sólo ahí me volverás a tener.
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