La depresión y la ansiedad son trastornos mentales que ocurren como consecuencias de circunstancias estresantes, traumas emocionales, relaciones tóxicas, niñez traumática y situaciones similares. Son condiciones que amenazan en gran medida el bienestar de las personas y cuando funcionan juntos alteran por completo el funcionamiento del cerebro.
La persona que lucha contra estas dos condiciones puede presentar tanto episodios depresivos como episodios ansiosos, ambos trastornos se alimentan el uno del otro y son una bomba de tiempo. Afectan la personalidad de las personas y su estado de ánimo de forma drástica; en ocasiones parecen sentir que tienen un buen día, uno en el que pueden sonreír y conversar sin hundirse en sus preocupaciones. Pero hay ocasiones en que la depresión se apodera de su mente y caen en una tristeza profunda, como hay momentos en que la ansiedad los consume y el miedo los mantiene cautivos.
Esta es una guerra de bandos en tu cerebro en la que tú sales perjudicado. Ambos se pueden sincronizar y sacarte del sueño profundo para dar inicio a un debate sin sentido que te quita tu tiempo y tu energía. Te hacen vivir un infierno en vida. Y para quienes se preguntan o alegan que esto es solo cuestión de actitud, es mejor indagar más en el tema antes de acusar con calificativos y empeorar las condiciones en las personas.
Nadie se inventa esto, son enfermedades reales y peligrosas. Que deben ser tratadas, que requieren atención. Juzgar a estas personas es lo peor que puedes hacer en su situación.
Estas condiciones son un tanto opuestas entre sí, cuando una persona tiende a padecer ambos pareciera que tuviera personalidades diferentes. La ansiedad se caracteriza por preservar una mente hiperactiva en que la persona lucha por el miedo, se pone inquieta y necesita moverse para calmarse. Mientras que la depresión pone la mente subactiva, en un estado de encierro y tristeza.
La ansiedad busca que te levantes porque si no lo haces te vas a perder de algo importante, o vas a faltar a una reunión o perderás una fecha límite. Crees que si no lo haces todos pensarán que eres perezoso y que no haces nada bueno con tu vida. En cambio la depresión no permite que te levantes porque si lo haces tienes que fingir una sonrisa que no tienes para dar, tienes que lidiar con personas y tú no quieres hablar con nadie si todo lo que haces no tiene sentido para ti.
Cuando ambos atacan te sientes una persona inútil. Aunque tienes tu mente trabajando muy rápido y quieres levantarte para alejar la tensión de las responsabilidades, físicamente no puedes moverte siquiera. Los pensamientos de decepción te atacan antes que algo suceda y no puedes hacer nada.
Te provoca dolores de cabeza, sientes confusión y desorientación. Las tareas más simples se vuelven imposibles de hacer. Y sientes una constante decepción de ti mismo. Esa culpa es lo más difícil porque solo sientes dolor. No te queda más que aprovechar los días buenos para ser consciente de tu situación y pedir ayuda.
Tienes que enfrentar esas dos fuerzas, comprender lo que sucede en tu cerebro y aceptar que no eres una mala persona. Debes hablar contigo mismo cuando luchas contra estas enfermedades. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo pero no te quedes sin intentarlo.
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