¿Cuántas veces has sentido que estabas a punto de romperte emocionalmente pero un abrazo te ha recompuesto inmediatamente? A veces no somos conscientes del extraordinario poder que tienen estas muestras de cariño en nuestro ser. Andamos por la vida regalando miles de abrazos, muchos de ellos seguro que no son de verdad, pero cuando llega ese abrazo de esa persona especial en el momento indicado, se paraliza el tiempo.
Un abrazo es como la melodía de tu canción favorita escrita en tu piel. Tiene un gran poder curativo y nos sirve para reafirmar nuestros sentimientos y alimentar el alma de nuestras relaciones. Sentirse querido y cuidado por ese hombre al que tanto amas es uno de los mayores placeres emocionales. Un abrazo suyo nos da fuerza para afrontar cualquier adversidad del día y sentirnos seguros.
Cuando nos dice adiós una persona a la que hemos querido, cuando nos deja con todas esas partes rotas en nuestro interior, cuando crees que no hay remedio para sobrellevar ese dolor, ahí están los abrazos que recomponen. Esos en los que te cogen tan fuerte y tan sinceramente que crees que todas esas partes rotas se van a volver a juntar de nuevo. Por eso, cuando nuestra vida se ha desmoronado un poco, los abrazos son píldoras que nos permiten volver a encaminarnos en nuestro camino. Y entendemos que todo estará bien si dejamos que ese abrazo de ese hombre que tenemos al lado se convierta en un dulce momento de silencio que nos llene de vida.
Un abrazo no tiene palabras, aunque con él expreses muchas cosas. Los brazos de ese hombre nos hacen tener ese pequeño instante de felicidad que todos necesitamos, en forma de persona. Y muchas veces tiene el poder de recomponer nuestros sueños y animarnos a luchar por ellos. Fortalece las hormonas encargadas de nuestros vínculos afectivos y hace que nuestro corazón bombee más sangre, cosa que nos llena de confort y amor hacía ese hombre.
Pero esas dosis de cariño, también son adictivas. Cuando nos abrazan de tal forma que nos atraviesan el alma, no nos conformamos con sólo eso. Queremos más y más, y sobretodo los esperamos cada vez que tenemos un momento de debilidad. Deseamos drogarnos de amor, meternos un chute de afecto y cariño que nos haga estar lo suficientemente vivos como para ser capaz de afrontar cualquier cosa. Que borre nuestro sufrimiento y que nos haga revitalizar nuestro cuerpo y nuestra mente.
Y cuando todo se desmorona, ahí está nuestro hombre. Ese que te hace sentir en casa en sus brazos, ese que no espera a que estés rota en el suelo, sino que te coge antes de que te caigas. Porque un abrazo cuando es verdadero va más allá de piel con piel, hace que se conecten dos almas y que ya nunca más quieran separarse.
Nunca olvides que si un hombre te ha lastimado, otro estará dispuesto a abrazarte tan fuerte que todas esas partes rotas volverán a juntarse de nuevo y sobre todo te hará entender porque otros no se quedaron.
Edición y publicación: Albert Espinola Todas las imágenes de We Heart It