Mamá…
Ojalá fuera tan fácil como escribir la palabra, pero en esas cuatro letras se esconde una inmensidad de la que pocos hablan. A ella también se le salen las cosas de las manos, hay veces en las que quiere gritar, llorar y reclamar todo lo que está viviendo, pero se calla y sigue avanzando. Es la que se sigue levantando cada mañana con ese montón de emociones que no entiende. No tiene otra opción, porque si se derrumba, también se vienen abajo lo suyos. No se dio cuenta durante el trayecto, pero se convirtió en el pilar, en la que sonríe en medio del dolor. Es la que no tiene tiempo para las lágrimas, por eso se las seca con un poco de rabia. Le enoja no saber controlar la situación, no quiere ser débil, le metieron la idea en la cabeza de que las mujeres fuertes no se hacen pedazos. Pero, ¿Por qué parece que mamá no hace nada, cuando en realidad lo hace todo?
Hay días en los que le pesa tanto pararse de la cama, siente lo duro del sol entrando por la ventana y lo único que desea es que todo se pause, aunque sea por un instante. Quiere paz, volver a su esencia, porque hace mucho tiempo que se perdió. Fue dejando en cada paso lo que le gustaba, lo que admiraba, lo que soñaba. Entonces, su vida se volvió un recuerdo, como si fueran dos personas distintas. La mujer que no tenía límites se convirtió en la que baja la mirada para darle gusto a otros. Se acostumbró a ponerse en el último sitio de sus prioridades y el resto se aprovechó.
Una tarea de todos los días
Me parece increíble el cinismo de muchos, sabiendo que vienen de un vientre, de una mujer que decidió dar su cuerpo como hogar. Alguien a quien no le importó lo banal, permitió que el proceso del embarazo hiciera de las suyas. No fue fácil, las náuseas la agotaron hasta que se quedó dormida. La hinchazón, la pesadez en los pies, los miedos. Se tuvo que enfrentar a todo lo que le aterraba, pero no se arrepiente, porque cada minuto valió la pena. Ella es la mamá que quedó un poco rota, pero no lo dice, porque la gente quiere ver perfección y cuando no es así te hunden, te critican, te hacen sentir el ser más culpable del mundo, el que se queja de todo.
¡Qué ironía! Mamá ni siquiera recuerda la última vez que se quejó de algo. Porque claro, tiene que estar animada, levantar a los pequeños cada mañana con una sonrisa, aunque estos la reciban con su mirada de desaprobación todo el tiempo. Tiene que ser paciente cuando ellos no quieren hacer nada. Tiene que contar hasta mil para no perder el control cada que le contestan con alguna majadería. Mamá, es la que lidia con un montón de pensamientos, no se van, inician al abrir los ojos y muchas veces hasta se aparecen en sus sueños.
Mamá sigue, sigue y sigue…
Es la que mientras prepara el desayuno, está pensando qué hará de comer, lo que le toca limpiar y cuándo tiene que ir a hacer la despensa. Mamá, no tiene idea de la cantidad de veces que ha recogido el mismo juguete después de decir que no dejen las cosas tiradas en el suelo. Sí, es una guerra constante, que se esconde entre cuatro paredes, porque en cuanto ella pone un pie fuera de casa no le queda más que fingir que todo está bien. ¿Por qué lo hace? Quizás la poca empatía de la gente la ha llevado a guardar las apariencias, no quiere que la juzguen. A nadie le gusta escuchar que no está haciendo una buena labor como madre, después de que se esfuerza cada segundo.
De vez en cuando, saca toda esa frustración que le invade el corazón al quitar una mancha del piso, se ha convertido en una de sus terapias favoritas, sobre todo, si está muy difícil. Está ahí, tallando, sin parar, sin escuchar, sin pensar. Limpiar así, tiene un toque mágico que la hace desconectarse de todos por un momento. A ver, no es que no ame a sus hijos, es sólo que hay veces en las que ella también se necesita y mucho. Se cansa de que asuman, que puede con todo. De vez en cuando quisiera sentirse protegida, con la seguridad de que todo estará bien. Está cansada de cargar una responsabilidad tras otra, sabiendo que no siempre le toca.
Dicen que no hace nada
Imagínate ser mamá, sólo intenta ponerte un segundo en sus zapatos, no necesitas usar el papel de víctima ni exagerar, basta con que veas las cosas como son. Es la mujer que se la pasa dando lo mejor de sí misma, para que nadie respete lo que hace, porque de todas maneras vuelven a desordenar cada rincón y con ello también desordenan sus pensamientos, su corazón, su alma. Así que, al final, parece que no hace nada. Porque lo que ven los otros es caos en la casa y a una mujer que no tiene tiempo ni de pasarse un cepillo por el cabello.
Es cierto, hay veces en las que hacer la comida es más importante que ponerse linda, pasarse un poco de esmalte por las uñas o usar su vestido favorito. Sí, le dan ganas, pero conforme avanza el día va perdiendo la energía hasta que lo único que quiere es que llegue la noche, al menos ahí puede conversar con su almohada. Aunque, no siempre el insomnio la deja dormir, por eso aprovecha la madrugada y el silencio para doblar la ropa. Esa es mamá, la que nunca para.
Además, de todo eso, tiene que jugar con sus hijos, porque si no lo hace la van a criticar, van a descargar todos sus vacíos en ella. La madre desconsiderada que le importan más otras cosas que estar con ellos. ¿Qué duro no? A eso hay que agregarle las desveladas, las veces que se le olvida comer, su cuerpo está exhausto y su mente irritada. Pero, tienen el descaro de llegar y decirle que parece que no ha hecho nada en todo el día. Es como si te dieran un golpe en la boca del estómago, de esos que te dejan sin aliento y al mismo tiempo te hacen un nudo en la garganta.
¿Y las que también trabajan por fuera?
También, están las mamás que tienen que salir a buscar el pan de cada día, las que se preocupan durante todo su turno y no dejan de pensar si su hijo está bien. Se preguntan si están haciendo lo correcto y les dan ganas de volver a casa. En verdad quisieran, pero no pueden, no tienen otra opción. Así que, no queda más que intentar e intentar. Son las que llegan con los pies hinchados y el estrés en el pecho, pero de todas maneras deben darse un tiempo para poner orden en su hogar.
Dime, ¿Quién habla de eso? No te calles, no seas la mujer que baja la mirada creyendo que lo está haciendo mal cuando no es así. Vamos, que esa madre que pintan en la televisión es puro cuento, te quieren presionar. Te dicen que basta con usar un mandil lindo, recoger tu cabello, ponerte un toque de labial y hornear panecillos, para que todo esté bien. No es verdad, hay veces en las que lo único que quieres es abandonarlo todo.
Te entiendo y si sientes que ya no puedes más, dilo, habla con tus amigas, un familiar o tu pareja. No permitas que el lado crudo de la maternidad te hunda de esa manera, porque tal vez mañana sea demasiado tarde.
Por lo pronto, hoy te digo, ¡Felicidades! No te has rendido, otros ya hubieran tirado la toalla, pero a ti te sobran agallas. Eres grande mamá…
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