Ella también se enamoró de la idea de encontrar a la persona de su vida. Fue aquella niña que mientras jugaba en el jardín se imaginaba con un vestido blanco y se ponía un par de hojas secas simulando una linda corona en su cabello. Con el paso del tiempo entendió que la vida no es tan sencilla, al menos, no como piensa la mayoría. De pronto, crees encontrar al hombre de tus sueños, te enamoras y te ves caminando con él en algunos años, ya con las canas encima y dando pasos lentos. Sin embargo, puedes vivir el peor de los dolores, el que sufre una mujer cuando se enamora de otro estando casada.
No tienes ni idea de las tantas veces que ha intentado arrancar ese sentimiento de su corazón, pero se aferra contra todo. Le parece tonto imaginar una vida al lado de otro hombre, cuando todos los días despierta con su esposo. En serio, no te atrevas a decir que lo planeó, porque no fue así, es sólo que entró hasta lo más profundo de sus emociones. La enamoró su manera de pensar, de escribir, de hablar, su sonrisa y esa loca manía de subir frases que te pegan en el alma a las 3 de la mañana.
Es su amor imposible, pero lo ama como nunca antes lo ha hecho. Es de esos amores en los que no hace falta ponerse un sólo dedo encima, porque las que se conectan son sus almas y ahí no hay mucho qué hacer. Es su magia, su esencia, es todo, pero el chiste es que no sale de su cabeza. Ahí anda ella por cada rincón de su casa, mientras limpia, cocina o canta. Él entra en sus pensamientos y la hace sonreír hasta que se siente nerviosa, tiene miedo de que alguien lo note.
Ya perdió la cuenta de las noches que se ha quedado despierta preguntándose por qué. Su vida parecía perfecta, un esposo que la ama, unos hijos que la adoran, la casa, el perro, todo tal y como lo soñó de pequeña. Sin embargo, la llama se fue apagando, los besos de su marido se volvieron escasos, la rutina los alcanzó y ahí en medio de ese vacío pudo entrar alguien más. Ella, lo llama loco, porque sólo un demente es capaz de tomar el riesgo de amar a alguien que ya está casada.
A ese loco le da igual si alguien más la acaricia, si vela sus noches o lleva su apellido. Se enamoró tanto de ella que ella terminó cediendo. Quizás, está asustada, no quiere perder su matrimonio, pero en el fondo sabe que ya no ama a su esposo. Y ese loco, está tan loco que no le asusta esperarla.
La quiere así, sin ataduras, con sus manías, defectos, arranques y ese montón de inseguridades. La quiere cuando le da un arrebato por terminar todo y al siguiente día le habla arrepentida. La quiere con sus altas y bajas, sin horarios, sin etiquetas, simplemente la quiere.
El dolor que sufre una mujer cuando se enamora de otro estando casada es inexplicable. Hay algo en su interior que le grita que tiene que poner un punto final antes de que todo se desmorone. Ahí es cuando decide despedirse, no porque no quiera a la otra persona, pero le rompe el alma, lastimar a su esposo, a su familia, así que prefiere tragarse su felicidad y seguir fingiendo que todo está bien.
Quizás, renunciar a eso es lo más triste que ha vivido, porque es sinónimo de decirle adiós a lo que es. Es conformarse con una versión que el resto ha creado, pero que ella ya no reconoce. Es la esposa de, la mamá de, pero, ¿Y la mujer?, ¿Dónde quedaron sus sonrisas, su encanto, su lado loco, tierno y salvaje? Se fue y a nadie le importa.
Tal vez, enamorarse de otro hombre ha sido la peor de sus imprudencias, pero la verdad es que no se arrepiente, aunque las circunstancias la hayan sobrepasado. Lo que le hizo sentir no se compara con nada. Esa llama que volvió a encender su alma y que le recordó que aún con todas esas cicatrices y la soledad encima de ella, puede volver a amar, aunque sea por un instante.
Le duele, porque quisiera ser valiente, la que deja todo por empezar de nuevo, pero no es fácil. Así que no le queda más que guardar ese recuerdo en su corazón y llevarse su amor hasta la tumba. Es posible que las lágrimas aparezcan de la nada, como cuando ve esa película o pica un poco de cebolla. Se han vuelto pretextos perfectos para llorarle a un amor del que no puede hablar.
Y sí, quizás le diga adiós para toda la vida, pero lo seguirá pensando hasta el último de sus días. Ese es uno de los secretos que guardan muchas mujeres casadas.
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