Duele tanto que llega un punto en el que ya no puedes llorar. Estás ahí preguntándote qué fue lo que hiciste mal para recibir un amor tan a medias, tan inestable, tan seco. Duele querer desde adentro, porque por más que intentes arrancar el sentimiento se aferra como si no hubiera más corazones en los que pueda reposar. Lo peor de todo es que sabes que te hace daño, pero al mismo tiempo te hace falta. Lo buscas y quedas decepcionada de nuevo, porque sabes que no va a cambiar. Ya se acostumbró a mal quererte, a ignorarte cada que le dices que extrañas sus besos. Eso es amar a un hombre narcisista, una cruda realidad que muchas viven, pero la mayoría calla.
Ojalá enamorarse fuera tan simple como decidir y ya. Ojalá no tuvieras que encontrarte con amores inseguros, que no saben lo que quieren y que te usan por un rato para calmar los vacíos que llevan cargando desde hace años. Ojalá los narcisistas no fueran tan listos y no tuvieran esa facilidad de entrar hasta lo más profundo de tus emociones. Te preguntan que si lo viste venir, que si imaginaste que te iba a romper de esa manera. La verdad es que no, estabas tan ocupada adornando cada uno de sus defectos que no te diste la oportunidad de verlo sin tanto filtro.
¿Qué es un narcisista?
Llegó así, sin previo aviso, no lo buscaste, pero parece que tenía bien estudiado tu ideal, porque se te presentó como lo que siempre esperaste. No te culpes, no fuiste ilusa, reconoce que aún tienes el valor de amar, de dejar que tu inocencia y tu transparencia tomen el control. No cualquiera lo hace, pero sigues ahí, bien firme, con el corazón hecho trizas, pero una resiliencia en la mirada y en el alma, que parece que eres inmarchitable. Ese narcisista te dio en donde más te duele, te humilló, te insultó, te hizo sentir la mujer más vacía del mundo, pero te volviste a levantar y eso merece un aplauso, de ti, de ese amor propio tan necio que no te deja caer.
A simple vista parecía el hombre perfecto, de esos que se ponen a tus pies y están dispuestos a entregarte el mundo entero si es necesario. No viste las banderas rojas, ignoraste esos aires de superioridad y sus ganas desesperadas de que todos lo reconozcan. Es el hombre que necesita que lo admiren, al que no le importa ponerse en los zapatos de los demás, el que no puede controlar su envidia cuando a alguien le va mejor que a él. La altanería y la arrogancia se le nota en cada palabra, cada acción.
Es un hombre egoísta, no tiene la capacidad de hacer algo por los demás, incluso después de decirte que te ama. Su manera de entregarse es superficial, difícilmente va a permitir que conozcas más de él. Te dará la información básica, la que no hace que se sienta en riesgo, porque no quiere que te des cuenta de que también tiene un lado vulnerable. El narcisista no confía en nadie.
Sí, es un trastorno mental, pero eso no justifica que te quedes a su lado y que bajes la mirada cada vez que te hace sentir que no vales nada. La ciencia dice que es más común en los hombres, lo mismo puede darse por cuestiones genéticas que por el ambiente en el que se desenvuelven. Mujer, no es tu responsabilidad sanarlo, no te obligues a cumplir un reto tan hiriente porque amar a un hombre así es despedirte de tu salud emocional, mental y física.
Amar a un narcisista
La agresividad de ese hombre narcisista se te clavó en lo más profundo del alma. Desde que el cuento de hadas se fue apagando te tuviste que enfrentar a un sube y baja de emociones. A veces, con alegría hasta el cielo y otras veces encerrada en tu habitación para que nadie escuche tu llanto. Ya ni recuerdas cuántas veces tuviste que fingir una sonrisa, porque su ausencia te lastimaba. El encanto desapareció y cada que tenía una oportunidad te removía las grietas hasta dejarte sin aliento.
Era encantador
Sí lo era, te hizo creer que te daba las llaves de su vida, no se le olvidaba ninguna fecha importante. Llegó como una ola de amor que hasta pensaste que la vida te estaba premiando después de tanto dolor. Ese hombre narcisista te llenó de halagos y cumplidos que abrigaron tu corazón. Te metió la idea de que era especial y que sólo alguien como tú podría estar a su lado. ¡Vaya privilegio! No sabía mucho de ti, pero se atrevía a decirte que te amaba, no lo hizo, simplemente ejecutó muy bien su juego.
Él y Él
Ahora que lo piensas sus conversaciones estaban llenas de su ego, siempre desviando la atención para terminar hablando de lo genial que era. Estaba deseoso porque lo reconocieras y te dieras cuenta de que, según él, no ibas a encontrar a alguien mejor. Llegaste a creer que eras afortunada. Siempre se sintió más inteligente que el resto y tenía el argumento perfecto para derribarlos. Era un exagerado, quería que lo adoraran por sus grandes talentos.
No era seguro
Detrás de esa fachada de hombre perfecto y valioso, se esconde un niño que ha ido cargando un montón de fantasmas emocionales. En realidad, es muy inseguro, tiene la autoestima por los suelos y por eso requiere que le presten atención de manera excesiva. Por eso se refugió en ti, en la manera en la que lo tratabas tan bonito y lo complacías. El narcisista tiene la facilidad para detectar a las mujeres empáticas, alguien con quien puedan jugar el papel de víctima y manipular a su antojo.
Jamás se puso en tu lugar
Sólo piensa en todas esas veces en las que lo diste todo por él, te entregaste hasta dejarte en lo último de tu lista de prioridades. ¿Qué hizo él por ti? Jamás pudo ponerse en tus zapatos, fue incapaz de comprender tus sentimientos. Lo único que le importaba era que tú le solucionaras sus problemas. Quería sentirse amado, valorado, comprendido y aceptado, pero tú le dabas igual.
Te chantajeó
De pronto, te volviste su todo, pero la realidad es que no tenía a nadie más, porque le cuesta muchísimo mantener un lazo afectivo. No sabe de amistades a largo plazo, pero sí de conflictos constantes. ¿Qué esconde? Detesta que se den cuenta de que es demasiado sensible y que por dentro ya no puede más con sus miedos. Por eso pone tantas barreras.
La cruda realidad de amar a un hombre narcisista, se nota en lo que fuiste a su lado. Tu brillo se fue apagando, ya no sonreías igual, no te vestías igual, no te divertías igual. Estabas ahí, pendiente de todo lo que hacía y lo que no hacía. Tu rostro se volvió seco, amargo y con esas ganas desesperadas de pedir ayuda, pero te callaste. Porque no es fácil decirle al resto que el príncipe resultó ser un ogro.
Te aplaudo por eso, lo hiciste bien, soltaste a un amor insano, vamos, qué digo amor, eso no tiene nada que ver con entregar el corazón. La próxima vez abre bien los ojos, que no te vuelvan a engañar y ojalá que nunca más aparezca un narcisista en tu vida.
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