La vida puede convertirse muchas veces en un camino pedregoso, pero después que aprendes a caminar sobre ella llegas con más placer al camino liso y suave de la felicidad. Es en los momentos más difíciles en los que encuentras las lecciones más importantes de la vida, ¿sabes por qué? Porque estar en una situación muy dolorosa la primera vez te hace ver lo más horrible de la vida, cuando ocurre una segunda vez ya sabes a lo que te enfrentas y cómo solucionarlo.
Es difícil cuando lo experimentas esa primera vez, pero te aseguro que es necesario. Aprendes lecciones duras, pero vitales sobre la vida misma. Sobre relaciones interpersonales, sobre la comprensión hacia las demás personas. Crecemos con aspectos positivos y negativos, y son esas lecciones que nos toca aprender a la dura las que nos hacen liberarnos lo más posible de esos aspectos negativos.
Es por ello que cada persona tiene un ritmo de crecimiento y maduración emocional, por ello vemos a personas jóvenes muy maduras y conscientes de la vida y algunas mayores que aún no entienden tantas cosas vitales. La diferencia son las experiencias que han vivido, en muchas ocasiones desde muy jóvenes ya aprenden esas lecciones difíciles porque les toca vivir situaciones horribles, dolorosas y hasta aberrantes. Y hay quienes por fortuna, o tal vez por desgracia, no han experimentado nada que los haga madurar.
¿Es mejor vivir dentro de una burbuja, sin que nada malo nos pase? ¿O es mejor permitirnos experimentar cada aspecto de la vida a riesgo de sufrir? Está bien proteger a nuestros hijos, pero llega un momento en que hay que soltarles la mano y darles la oportunidad a que se equivoquen, a que maduren y aprendan sus propias lecciones.
Después del sufrimiento siempre llega la sanación y la calma; cuando aprendes a recuperarte, tienes menos riesgo de sufrir con la misma intensidad de nuevo. Te fortaleces como persona, maduras, te pones límites, aprendes a resguardarte para evitar esas situaciones difíciles o de peligro. Eso es la vida, es fallar y aprender de la falla.
Es equivocarse y seguir adelante conociendo una forma más de cómo NO abordar un problema. La experiencia también es conocimiento, la vida es un maestro severo que te enseña lecciones y las más importantes las aprendes en esos momentos de gran dolor y desesperación. Esas son las pruebas más duras porque es dentro de la tempestad que debes aprender la lección y si no lo logras el sufrimiento será permanente.
Si no eres capaz de aprender esa lección que te da la vida, lo que haces es prolongar el dolor. Te aferras a lo equivocado en vez de aprender qué es lo positivo de ese dolor. Esa es tu prueba, aprender.
Si no aprendes no maduras, no avanzas, pero si aprendes la lección, tú solo sigues adelante con más sabiduría, con más conciencia, mejor armado y equipado para protegerte, y sin duda, más feliz.
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