En la vida a medida que vamos creciendo nadie nos dice que la vida será fácil, pero tampoco nos dicen lo extremadamente difícil que será. Las circunstancias nos golpean sin verlo venir, sin tener idea de qué pasaría y lo intensas que serían las consecuencias. Y bueno, nadie nos advierte porque nadie quiere mirar a los ojos tiernos de un pequeño niño para decirle que su futuro será complicado. Que habrá momentos en los que sentirás que quieres renunciar a todo en tu vida y solo quedarte en la cama a llorar por lo que no has logrado.
La verdad es que ese dolor no es para ciertas personas, ese dolor y las experiencias difíciles forman parte de la condición humana, son esenciales para el crecimiento emocional. Es tan vital como experimentar amor, alegría y la sensación de sorpresa.
La experiencia de la vida es un vaivén de emociones, de altos y bajos, a veces de muchos más bajos, pero de los bajos se aprenden lecciones para que a futuro sean más altos que bajos. La cuestión es que sin importar que sepamos que son lecciones y que a futuro aprendemos y nos sobreponemos, igual sentimos al máximo esas experiencias. La belleza y el brillo que brinda calor de un buen momento y lo terrible y doloroso de una dificultad.
Vamos por la vida sin tener idea de qué va a suceder después y sin saber qué esperar y lo peor es que con cada experiencia vamos develando las emociones más oscuras que viven en nuestro interior. Y esa vivencia muchas veces nos desconecta, nos aísla de las personas que nos aman y de nuestro entorno, sentimos el corazón y el alma cansada y queremos desistir de seguir luchando. Vemos ese lado tan horrible en uno mismo que nos decepciona, nos vamos conociendo y no siempre nos agrada lo que vemos.
Pero es vital que te des cuenta que el concepto de amor propio no solo abarca lo bueno en ti, amarte es amar todo tu ser, tus destrezas, tus buenos sentimientos, pero también tus defectos, tus reacciones hirientes, tu oscuridad. Todo te conforma y conocer que eso está dentro de ti es mejor que no saberlo en lo absoluto y que en los momentos más duros te sorprenda.
Es lo mismo que sientes con otras personas, como con una buena amistad, no siempre vas a amar todo de esa persona, tendrá sus cosas que a ti no te gustan, pero eso no te hace quererla menos, por el contrario, le das más valor porque es más humana. Pues tú también debes aceptarte como eres, debes aprender a perdonarte. Debes entender que esas partes de ti que parecen negativas o que te hacen ser imperfecta también son parte de ti y te dan una identidad.
Para crecer emocionalmente no necesitas eliminar esas partes de ti, necesitas aceptarlas porque son parte de ti. Y está bien que no te sientas bien de vez en cuando, está bien que te sientas triste, que sientas enojo o culpa y arrepentimiento, cada uno de esos sentimientos componen tu humanidad. Pero déjame decirte, que la iluminación llega cuando experimentas esas cosas negativas sin sentir vergüenza, sin sentirte mal por ello.
No tienes de otra, eres un ser humano que experimenta dolor, miedo, tristeza toda la vida. Por más feliz que seas en un momento, es parte de la vida tener preocupaciones que nos llevan a eso. No tienes que forzarte a ser feliz, no tienes que odiarte porque te sientas mal y creas no tener la madurez de cambiar cómo te sientes, ¡no, ya basta de eso! Madurez es aceptar que cometes errores, que sientes dolor y que no te reprimas a sentirlo porque si lo haces, si reprimes el dolor, puede causarte un mayor daño guardándolo en tu interior.
Tú eres fuerte, más de lo que crees en realidad, y analízalo bien porque nada dura para siempre, ni el dolor, ni la tristeza, ni el cansancio. Todo pasa, vive cada etapa, supérala y sigue.
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