Dicen que nadie cambia de la noche a la mañana, es mentira, hay mujeres que se agotan tanto que un día se rompen hasta que no pueden con sus lágrimas y se prometen no volver a dejarse caer de esa manera. Hay amores que se incrustan en tus pensamientos, se vuelve un hábito hacerlos parte de tu día a día, aunque ellos no se tomen la molestia de ponerte en su lista de prioridades. Sí, te estoy hablando de los hombres que no poseen la suficiente inteligencia emocional como para hacerse responsables de sus sentimientos y cuidar los de la mujer que decide entregarse a ellos. Ahí es cuando no te queda más que despedirte, duele, pero el adiós te deja grandes lecciones. Estas son las cosas que toda mujer aprende de sí misma tras dejar a un patán.
Ella se fue porque se cansó de sentir su corazón abrumado, todos los días era un daño diferente. Por favor, no te atrevas a decir que fue por falta de amor, porque se entregó de una manera tan genuina que hasta se olvidó de lo que ella quería. Se fue gracias a que entendió que el amor propio tiene que ser superior a lo que sienta por cualquier persona. El proceso de sanación no ha sido fácil, ha tenido que ir escalando una etapa tras otra. Tuvo que luchar contra la negación, el resentimiento y todo ese dolor que la hizo creer que no se volvería a levantar. Sin embargo, lo hizo, ese patán ya es cosa de su pasado y aunque hay momentos en los que lo echa de menos, sabe que regresar con él sería como firmar un calvario. Mujer, lo entendiste todo cuando:
Escuchaste a tu intuición
En el fondo siempre lo supiste, las banderas rojas te gritaron una y otra vez, que te estabas metiendo a la boca del lobo, pero te mantuviste firme y esperanzada. El enamoramiento no estuvo a tu favor, porque te hizo idealizar, pensando que después de un tiempo ese hombre cambiaría sus manías, sus malos tratos, su indiferencia y esa manera tan cruel en la que rechazaba todo el amor que le dabas. No cambió, se volvió peor y entendiste que no mereces conformarte con migajas.
Te despediste del drama
No hay nada más liberador que recuperar la paz, saber que ya no tienes que preocuparte por una nueva discusión absurda. De pronto, te sentiste más libre, sin la necesidad de lidiar con una persona hiriente, que lo único que hacía era llenar tus días de amarguras. Era tan manipulador que volteaba la historia para que tú terminaras sintiéndote mal. Siempre cargando con una culpa que no te correspondía, todos los traumas de un patán sobre tus hombros. Fue demasiado.
Abrazaste tu red de apoyo
Al principio no te diste cuenta, te perdiste entre corazones de papel, te creíste el cuento de que pasar todo el tiempo a su lado, era amor, pero no. Era un chantajista, siempre condicionando que estuvieras con él las 24 horas del día. Hasta que te olvidaste de tu círculo, tu red de apoyo. Cada una de las personas que te aman y que harían lo que fuera para no verte vencida. Ahora, sabes que ellos se preocupan por ti y que pueden ser el mejor refugio en momentos tan dolorosos.
No repetir patrones
Sin duda, una de las lecciones más grandes que aprendiste al dejar a ese patán, es que no quieres volver a enredar tu corazón con ese perfil. Una persona que no tiene responsabilidad afectiva no merece nada de ti. En el momento no te diste cuenta, pero te desgastaste a tal grado que lo normalizaste. Te acostumbraste a que te diera sus sobras y eso es precisamente lo que no quieres de vuelta en tu vida.
El perdón cura
No es por él, es por ti misma. El dolor te enseñó a valorar tu esencia, quieres trabajar en ti, en que tu alma se limpie de verdad para poder dejar entrar a gente que sí te valore. Es por ello que decidiste perdonar a ese patán, que se vaya por completo de tu vida. Te quedas con lo aprendido y no le deseas mal, pero eso no significa que quieras volver a verlo comer en tu mesa. Se acabó.
El amor sano existe
Después de tener una relación con un patán, te das cuenta de que no todos los hombres son iguales. No hay que generalizar, hay muchísimos seres humanos que sí tienen el valor de respetar las emociones de los demás. Esos son los amores que merecen tu tiempo y energía. Ahora, te da igual que te llamen exagerada, si no te aporta nada bueno que se vaya. No hay más.
No hay que rebajarse
Bendita esta lección, ese patán te enseñó que tú no tienes que rebajarte a su nivel. Por mucho tiempo te esforzaste el doble en hacerte pequeña, bajar la mirada, callarte, asumir lo que él decía. Te cegaste con la idea de que el amor es ceder, pero no es cierto. Amar es crecer juntos, querer ver al otro triunfar. La pareja sana te hace mejor, no te empeora.
El autocuidado importa
Tu bienestar dio un giro impresionante, no se trata de vanidad, vamos, que a todas las mujeres les encanta verse lindas. Sin embargo, va más allá, aprendiste a pensar en ti antes que en cualquiera. Tu tranquilidad importa, tus sueños, tus pasatiempos, consentirte. La vida es mucho más bonita cuando empiezas a tratarte con mucho amor y respeto.
El tiempo no se perdió
Al concluir la relación con ese patán te costó mucho darle vuelta a la página, porque una parte de ti se sentía culpable, ¿Cómo era posible? Le diste lo más hermoso de ti a alguien que lo único que hizo fue pisotear tu dignidad hasta que no pudo más. Sin embargo, con el paso de los meses soltaste todos esos remordimientos y te diste cuenta de que no es tiempo perdido. La vida te colocó ahí para algo y ahora no piensas dar marcha atrás, ya entendiste en dónde no quieres estar y eso es grandioso.
Soltaste tus inseguridades
En el momento que te diste cuenta de que se trataba de ti y no de él, todo cambió. Te sentiste en paz, te enfocaste en reconocer cada una de tus inseguridades y por fin centrarte en tu crecimiento personal. No eres perfecta ni pretendes serlo, pero eso no es justificación para que un hombre te trate mal. Ya no quieres amores hipócritas, que se aprovechan de tus debilidades y te sacuden el alma de una manera cruel.
Tú ganaste
El patán que se fue de tu vida, quizás piense que se salió con la suya, que te trató mal muchas veces y no hiciste nada. Sin embargo, no fue así, perdiste por un tiempo tu corazón, fue devastador superar la ruptura, pero al final te ganaste a ti. Te encontraste con esa mujer que había sido opacada por tanta contaminación emocional y eso no se puede pagar con nada. Fue lo mejor que te pudo pasar.
Pensándolo bien, hasta le agradeces, qué bueno que se fue de tu vida, pero también que estuvo. Ahora eres una mujer segura, que no va a permitir que la vuelvan a humillar y eso ya no va a cambiar.
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