¿Que si me he querido rendir? Infinidad de veces, me he sentido derrotada, sin ganas de nada, con las esperanzas sobre el suelo. Sin embargo, cada noche que me enfrentó a un montón de lágrimas, llego a la misma conclusión, no puedo bajar la guardia porque hay alguien que me dice mamá. Y sí, me rompo, pero ya he estado hasta el fondo y vuelvo a subir. Sinceramente, estoy fastidiada de que la gente se sienta con el derecho de señalarme, de inventarse un montón de historias, de creer que pueden burlarse de una madre soltera que ha tenido las agallas de seguir dirigiendo el barco sola. Quiero que quede claro, no elegí mal al padre de mi hijo, él decidió ser un mal padre y hoy me libero de toda culpa.
Qué fácil se le hace a la gente juzgar desde afuera, les encanta culpar de todo. Esa gente no tiene ni idea de lo que ha sido mi vida y no quiero que piensen que me estoy haciendo la víctima, porque ese rol lo solté hace mucho tiempo y, vaya que costó demasiado. No es mi culpa que él no haya tenido la suficiente madurez para hacerse responsable de su propio hijo.
Un mal padre
Siendo honesta, mentiría si te digo que no le creí. Lo hice. Me enamoré tanto que ilusamente pensé que con eso era suficiente. Pensé que al verme tan llena de miedos me tomaría fuerte de la mano para recordarme que no estaba sola. Pensé que cuando viera mi barriga crecer la motivación lo sacudiría y lucharía por nosotros. Imaginé que seríamos un equipo, dos personas que se aman trabajando duro para darle lo mejor al fruto de su amor. Lo malo es que ese amor sólo estaba en mí, no sucedió así.
Fue una tarde cuando me di cuenta, parada frente al espejo, viendo esa barriga cada vez más grande. Estaba ahí, sola, asustada y al mismo tiempo tenía unas ganas inmensas de conocer a ese pequeñito. Ese pedacito de amor con el que todos los días hablaba, al que nunca le pude mentir, porque estuvo conmigo en mis noches más dolorosas, las veces que bajé la mirada esperando que me llamara, pero no lo hizo. Estuvo conmigo cuando tuve que fingir que todo estaba bien y luego me metí al baño a llorar. Un llanto silencioso, para que nadie se enterara de que estaba viviendo un infierno.
Si busco en mis recuerdos, me veo ahí, tan desconsolada, tan insegura, estaba aterrada. ¿Cómo le iba a hacer? Tenía ganas de irme lejos, de que nadie supiera que traería un hijo al mundo sola, porque al padre de mi hijo se le hizo fácil evadir su parte. Sin embargo, me armé de valor, me dije lo mucho que valgo y nos prometí darnos la vida que nos merecemos. Le dije a mi hijo que no necesitamos a nadie, porque nos tenemos a nosotros. Ese fue el día más desgarrador, pero el más bonito.
No cargaré con la culpa de que sea un mal padre
Qué cómodo es ser papá cuando mamá es la que lo atiende. Ese hombre no tiene ni idea la cantidad de fiebres que tuve que velar, no sabe cuánto se gasta en pañales ni las tantas veces que tuve que dejar de lado mi dignidad para pedirle prestado dinero a alguien y poder llevar a mi hijo al médico. Ese hombre duerme tranquilo, porque no se preocupa por el futuro de un ser que quiere emprender el vuelo. Su única preocupación es él. No le duele tener que ir a trabajar y dejar a su hijo con alguien más.
No sabe cuánto se tiene que invertir para brindarle calzado, vestimenta, educación, diversión. Ese hombre cree que con una pensión alimenticia miserable va a poder cubrir sus gastos. ¿Qué fácil no? La mamá soltera es la que resuelve, la que guía, la que trabaja, la que termina hecha pedazos al llegar a casa y ver que su hijo ya está dormido. Es la que lo tiene que abrazar en silencio para no despertarlo.
La mamá soltera es la que no le tiene miedo a los retos, la que busca por aquí y por allá, pero nunca se le cierra el mundo. Es su instinto el que la mueve y la convierte en un volcán arrasador. ¿Sabes por qué ya se le resbalan tus críticas? Tiene tantas cosas en la cabeza que sería una tontería perder el tiempo en pensar cómo complacer a la gente. Ya se acostumbró, a aguantar y callar. Y no es porque no se pueda defender, es porque en verdad tiene muchísimas cosas más importantes que hacer.
Él es un mal padre, yo no
Sería más fácil ser como él, pero no, prefiero sacrificar muchas cosas y trabajar en mí, que convertirme en una persona tan vacía. ¿Te digo lo que siento? Lástima, porque no tiene ni idea del amor que se está perdiendo. No sabe lo que significa un abrazo genuino, un beso en la mejilla, una sonrisa que te devuelve las ganas de todo. No lo sabe y probablemente nunca lo sabrá, pero no por mí, yo no voy a ser la mamá soltera que llene de veneno a mi hijo, él sólo se dará cuenta del padre que decidió ser.
Y es cierto, a veces, siento que ya no puedo más, pero me obligo a seguir. Hay días que se me hacen eternos, las piernas me pesan, el alma se agota y mi cuerpo sólo exige una pausa. Sin embargo, esa no es razón suficiente para tirar la toalla. Voy a seguir andando y si llega un momento en el que no pueda ir de pie, pues me voy a arrastrar, pero mientras tenga vida a mi hijo no le va a faltar nada.
No voy a cargar con la culpa de que él es un inmaduro, no tiene pretexto para justificar eso. Tampoco me voy a desgastar en hacer que abra los ojos. Me duele, no voy a decir que no, es muy triste ver que tu hijo crece con un padre ausente, porque no sólo es el dinero, son las ganas realmente de conocerlo. Preguntar cómo está, cuál es su color favorito, la comida que le encanta, lo que más detesta. ¿Por qué hace berrinche?, ¿Qué mira en la tele?, ¿Qué canción canta una y otra vez?
Por favor, dejen de decir que son buenos padres sólo por depositar lo que la ley les pide. Eso no es ser un padre, pero bueno, yo no soy la mujer que va a salvar a nadie. Ya me salvé a mí misma y también a mi hijo. Tuve el coraje de poner el punto final y aunque no ha sido nada fácil, lo estoy haciendo muy bien.
No soy la madre soltera perfecta, ni quiero serlo, soy la loca, intensa, cambiante, la soñadora, la que en el fondo de su corazón aún cree en el amor. Pero también soy la que no va a desistir, la que llora y se vuelve a levantar. Soy esa, a la que no le importa ensuciarse las manos con tal de ver feliz a su hijo.
Sinceramente, dudo que un mal padre entienda de lo que hablo, pero no tengo tiempo de explicarle y no me voy a sentir mal por eso.
Que sea él quien cargue con esa culpa.
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