El dolor profundo que puedes sentir después de una ruptura no siempre se debe a que alguien simplemente haya dejado de amarte. Eso pasa muy seguido, pero lo que realmente duele, lo que en verdad hace mella en ti es la indiferencia. Ver que esa persona te ha dejado atrás como si nada, saber que nunca le importaste lo suficiente y que ahora ni siquiera se molesta en decir adiós.
No, no es el amor lo que te destruye. Ya rompieron y eres consciente de lo que los ha hecho alejarse, sabes que no te valoró lo suficiente, sabes que ya no había más que podías hacer para conquistarlo. Sabes que nada de lo que hicieras iba a hacer una diferencia; sin embargo, por mucho tiempo te mantuviste de pie, intentándolo, una y otra vez.
Creíste que eventualmente se daría cuenta de lo mucho que lo amabas y todo lo que estabas dispuesta a hacer por él. Pero siempre actuó de la misma forma, con indiferencia, y te dolía hasta el alma y al mismo tiempo te mantenía atada. Que su relación no le doliera tanto como te dolía a ti, era como una daga al corazón, pero tú insistías en que en algún momento lo notaría. Y aún después de separados sigue siendo indiferente contigo.
No le importa cómo te sientas, no le preocupan tus sentimientos ni tu estado emocional. Te alejaste y él vio la salida fácil para seguir su camino sin ningún contratiempo. Y cómo duele, te quema la piel y te rompe el alma. Saber que nunca te amó lo suficiente, saber que nunca se preocupó realmente por ti, saber que jamás tuvo la intención de comprometerse contigo. Pero lo peor de todo fue y sigue siendo, su indiferencia. Su actitud triunfante, su evidente desdén y su falta de dolor por haberte perdido.
La indiferencia duele más que una infidelidad porque cuando hay sentimientos y dolor de ambas partes al menos los dos sienten el peso de las heridas. Pero cuando a él no le interesa en absoluto las consecuencias en ti ni experimenta culpa por ello, sientes que desapareces de este mundo. Te sientes víctima, te sientes enjaulada en un ambiente depresivo del que es difícil salir. Es duro aceptar cuando a alguien simplemente no le interesas y que de un momento a otro te muestra su verdadero rostro en el que no hay ni una pisca de compasión y amor.
Sí que es difícil, los recuerdos son un alambre de púas con el que te enrollas. No puedes asimilar el hecho de que quizá ya ni piense en ti, ni te recuerde. Duele, y la única forma de superarlo es aceptándolo. Aceptar la realidad, entender que nunca fuiste alguien importante para él, aceptar que tú no le dueles a él como lo desearías. Pensarías que estarías mejor si supieras que él también sufre por la ruptura. Pero esa no es tu realidad.
Es una desdicha que debes enfrentar y superar y de la que es muy difícil salir, pero no imposible. Solo reúne toda tu fortaleza, tu amor y respeto hacia ti misma para comprender por lo que has pasado antes de empezar a sanar.