Cuando estoy en una relación en la que me siento afortunada, tiendo a apegarme demasiado rápido. Considero que el amor es para vivirlo al máximo, tengo el corazón blando y lo entrego todo muy rápido. Soy una persona apasionada, soy una amante que lucha con fuerza para fomentar una relación y hacer que crezca.
Pero puede que me cueste tratar con una ruptura. Es que pongo mis ilusiones y esperanzas en una persona, y cuando empiezo a sentir que las posibilidades de éxito son bajas, no me rindo tan fácil. Sigo luchando, ideo nuevas estrategias, hago todo lo posible para demostrar mi amor y mi lealtad. Me cuesta decirles adiós a las personas.
Analizo una y otra vez cada situación, cada circunstancia, todo desde diferentes puntos de vista. Me esfuerzo en comprender lo que hay detrás de las acciones de las personas, y el porqué de su resistencia. No puedo evitarlo, tiendo a darles a las personas el beneficio de la duda. Poco sabemos lo que realmente llevan las personas por dentro y descubrirlo es esencial para tener una relación saludable. Así que me quedo, no me rindo fácilmente.
Doy segundas, terceras y hasta más oportunidades. Por esa razón a veces pierdo mucho a causa de mi amabilidad y mi esperanza activa de esperar un cambio.
Es así de simple, no me rindo a la primera ni a la segunda, no me gusta rendirme. Lucho por lo que creo que tiene potencial, peleo duro hasta hacer que funcione. Siempre y cuando la persona por la que lucho le importe al menos un poco el esfuerzo que hago. Así que si decido finalmente cortar esa relación es porque hemos llegado a un punto de no retorno, quizá sucedió algo que traspasó mis límites. Sería algo tan detestable como doloroso y difícil de comprender.
Si no fuera algo tan complicado, me esforzaría en repararlo, tendría la paciencia de hacer que quede en el pasado. Y buscaría una solución porque soy optimista y prefiero salvar lo que ya tengo. Pero créeme esto, si decido alejarme, será para siempre.
Si tu indiferencia me empieza afectar emocionalmente, si sé que ya mis esfuerzos no son bienvenidos o me hacen daño, me iré y me iré para siempre. Más nunca volverán a saber de mí. Lo intento mientras estoy al lado de esa persona pero cuando ya consigo ver que no vale la pena, tomaré la decisión de marcharme y la mantendré sin importar qué.
Una vez que me vaya no hay espacio para que quieran hacerme sentir mal culpándome por la ruptura. En mí no van a valer las manipulaciones absurdas de que no me quedé porque no tenía suficiente amor. Nadie en este mundo merece estar donde no le quieren ni respetan aunque ame mucho. Así que yo estoy muy consciente que no es mi culpa la ruptura, estoy consciente de que en ese punto alejarme es la mejor decisión.
Tampoco será válido que me pidan que vuelva porque cuando tomo la iniciativa de irme es para no volver más. Es una pérdida de tiempo intentarlo. La verdad es que nunca quisiera decir adiós a nadie, pero cuando es necesario hacerlo por mi propio bienestar, lo haré. Sin importar qué. Además, no me queda más opción si lo opuesto sería quedarme y vivir sintiéndome miserable y no valorada.
Soy una persona dispuesta a hacer lo que sea por las personas que amo, pero jamás haré algo que comprometa mi propio bienestar ni permitiré que se aprovechen de mí. El hecho de que sea alguien dispuesta a dar segundas oportunidades no te convierte en alguien que pueda romper sus promesas cada vez que quiera y esperar mi perdón tan sencillamente.
Soy una persona, un ser humano con la capacidad de sentir y merezco ser amada. Merezco respeto y lealtad. No voy a permitir que pisoteen mi corazón y que no haga nada al respecto.
No quisiera dejar atrás a alguien que amo pero si no aprecian mis esfuerzos, sin duda me iré, y será para siempre.