Querida madre, te veo y es inevitable no sumergirme en tu sonrisa, pero no me refiero a la carcajada que sueltas cuando estás con los que quieres. Me gusta verte así, pero en mi mente es como si yo no estuviera ahí, te veo en silencio y vuelvo atrás. A lo más profundo de tus raíces, te recuerdo tan valiente, tan echada para adelante. Nunca te vi rendirte, ni siquiera recuerdo alguna vez en la que hayas llorado sin parar, seguramente, lo hiciste escondida en tu habitación.
Te veo y me pierdo en tus manos, se ven un poco cansadas, el trabajo ha sido duro, pero me enseñaste que de esto se trata la vida. Eres mi ejemplo, una mujer fuerte, la que no tuvo miedo de salir a sudar hasta la última gota en su frente, con tal de darle todo a sus hijos. Querida madre, a estas alturas no deberías preocuparte por cumplir con esa etiqueta de ser una buena mujer. Yo no quiero eso y estoy segura de que mis hermanos tampoco. En la infancia no entendía muchas cosas, quería tiempo contigo, hacía berrinches por lo mismo.
La buena mujer que baja la mirada
Lo siento por eso madre, no sabía lo que significaba ser adulto, no sabía que tú también sufrías, también nos extrañabas. Sin embargo, no tenías otra opción, tenías que salir para traer el pan a casa. Eres un ser humano increíble mamá, no necesitas ser la mujer perfecta, porque con cada uno de tus defectos te has ganado el corazón de muchos. Dices, que tal vez no has cumplido con los requisitos de ser una buena mujer, pero míranos, has hecho un gran trabajo. Nos heredaste tu espíritu, la bondad que tienes en el alma, pero también esa gallardía que es capaz de arrasar con lo que sea en el camino.
Querida madre, tú no tienes que ser una buena mujer, esa que se ve en las películas, la que no lleva el cabello desteñido ni una mancha en su ropa. Esa buena mujer que calla, que cede, que sacrifica su esencia por darle gusto a los demás. Esa buena mujer que no se escucha, se minimiza y deja que poco a poco vayan pisoteando sus sueños. No, madre, tú no eres esa y qué orgullo me das.
Algo tengo muy claro, te miro y me miro, me has dejado tantas lecciones que este par de líneas no serían suficientes para enumerarlas. La gente se ha atrevido a juzgarte, cuando muchas veces han tocado a tu puerta para que les ayudes y lo haces. Eres admirable mamá, tu nivel de empatía es capaz de dejar de lado cualquier rencor y eso es algo que me cuesta hacer, pero trabajo en ello. Seguramente, tu corazón es el doble de bueno, por eso se te facilita ver por los demás.
La mujer más mala del mundo
La madre que me tocó, qué bonito, te abrazo con el alma, porque sé que tu camino no fue fácil. Sé que te ha costado mucho aprender, pero en especial desaprender, tuviste que dejar atrás un montón de creencias que te estaban encadenando. Lo hiciste por ti, por nosotros, por una vida mejor. Te lo agradezco mamá.
¿Sabes qué? Si ser una mala mujer es romper con lo esperado, pues tú lo has hecho a la perfección. Que el mundo se entere de que tengo a la más mala, a la que brilla por sí sola, la que tiene momentos duros, pero se vuelve a levantar. La que muchas veces se siente agotada, pero se refugia en sus plantas. Esa eres tú y me encantas.
Que lo griten si quieren, que digan que no eres una buena mujer, que te has pasado la vida trabajando para darnos lo mejor. Que digan que eres ambiciosa, que no te conformas y que no le tienes miedo a la soledad y has aprendido a acariciar tus grietas. Sí, que digan que estás loca, porque no te cansas de buscar la felicidad.
Querida madre…
Te ha costado mucho sanar, entregar el alma, aceptar que la gente no cambia, confiar de nuevo. Tu vida ha estado llena de muchos inviernos, pero te has dedicado a hacer el mejor mono de nieve con tal de vernos sonreír. Mamá, lo que tú no sabes es que en medio de tanta frialdad tu primavera se roba las miradas. No te has dado cuenta de que basta con que pises un sitio para hacerlo más cálido.
Querida madre, ya te toca, sí, que te pongas por encima de todo. Qué más da si te llaman egoísta, ya sacrificaste demasiado. Ahora escúchate, ámate, lucha por lo que te llena. Sé la mujer que rompe las reglas, la que no se queda callada, la que hace mucho tiempo soltó sus miedos. Sé loca, intensa, atrevida, disfruta cada parte de tu alma y tu cuerpo. Te mereces reír hasta que ya no puedas más. Te mereces un amor bonito, unos hijos agradecidos y una vida llena de color.
Querida madre, ignora a quien te señale, recuerda que lo que dicen de ti habla más de ellos que de tu esencia. Deja que se te resbale toda la envidia y ese montón de críticas. Mientras confíes en lo que haces que el mundo ruede y que lo haga rápido, porque ya no estás para dar pasos lentos. Eres esa, la bonita mujer que lo quiere todo o nada.
Muchas gracias mamá, gracias por no ser una ‘buena mujer’.
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