En realidad lo amas, pero al mismo tiempo estás bastante harta de la situación. No sabes cómo hacer para terminar con este problema y sientes que necesitas una salida. Pero sueles poner en una balanza las cosas buenas que él tiene y terminas siempre por conformarte y pensar que seguro algún día cambiará o madurará.
La vida sigue, y de vez en cuando todo vuelve al punto de partida. Tú enojada, él haciendo la suya y es ahí cuando más deseas agarrar tus cosas y largarte lejos de su compañía. Pero por compromisos, hipotecas, hijos y un sinfín de cosas que te atan, siempre terminas tragando saliva, llorando y escuchando el mismo guión de siempre: –¡cambiaré!
Luego pasa un tiempo y se le olvida lo vivido, tira por el derecho, sin pensar en nadie, y vuelves nuevamente a desilusionarte y a enojarte con su actitud o su forma de ver la vida. Su forma de hacer sus cosas. No soportas que no piense en las consecuencias ni soportas que no haga el esfuerzo por cambiar, tan siquiera, por tu amor. Te sientes no amada.
Estas señales que a continuación te escribo, son las señales que delatan que él no cambiará. Tendrás que aceptarlo así o dejarlo para siempre.
Casi siempre termináis discutiendo por lo mismo.
Te promete cosas que no cumple nunca.
Te culpa, cuando se siente reprimido o indignado.
Normalmente trata de que cambies tu forma de pensar.
Siempre cree que exageras en sus cosas.
No cree en tus argumentos cuando le pides que deje de hacer algo o que cambie.
No suele ser regular y es inconstante en casi todo.
Siempre anda con disculpas y promesas.
Suele no aceptar que cambiará por ti cuando está frente a otras personas.
Sigue con las drogas o el alcohol y desea que tú le consientas todo.
Cuando te molestas, se excusa con la típica: ¡Así me conociste!
Suele compararte con personas que sí toleraban lo que tú no.
Siempre te promete que lo intentará, pero nunca llega el momento.
Involucra a los demás para justificar sus conductas.
Tú, terminas siempre preguntándote, qué hacer en esta relación.
Muchas personas cuestionan las oportunidades que le has estado dando durante mucho tiempo.
Suelen haber familiares o amigos que no te apoyan en esta relación.
Han habido más lágrimas que sonrisas.
Sientes que la traición está presente en ti misma cuando aguantas una y otra vez.
Incluso dudas si realmente existen motivos para molestarte.
Lo comparas con hombres que desearías conocer.
Siempre terminas esperando que las cosas pasen distintas.
Sueles ponerlo a prueba, con fracaso tras fracaso.
Sabes cuando te va a decepcionar. Tienes un radar muy fino y lo conoces demasiado.
Tratas de empatizar, pero pierdes la paciencia.
En muchos momentos, tratas de no reclamar nada, porque sabes que es inútil.
La discusión es parte de tu rutina.
Llegados aquí, debes tomar consciencia de que normalmente las personas no suelen cambiar y que estás en tu derecho de dejar la relación y libertarte de estos males que no te dejan vivir. Recuerda esa frase que a veces duele oírla:
DEJA MORIR, LO QUE NO TE PERMITE VIVIR.
Autoría, Edición y publicación: Albert Espinola