Me he mantenido fuerte por mucho tiempo, a pesar de lo difícil que sea un día, igual me levanto y lo enfrento porque sé que lo más positivo viene después de la tormenta. Sí, es cierto, pero las fuerzas se me empiezan a agotar, hasta me cuesta describir mi estado de ánimo; es una combinación entre melancolía destructiva y una imparable ansias de prosperar. Ya ni puedo expresar mis pensamientos, estoy muy cansada.
Siento cómo mi alma se desmorona, y lo peor es que todo esto me pasa cada día, puede que inicie bien, pero al cabo de unas horas mis esperanzas se desvanecen, mi ánimo decae y solo quiero acostarme a dormir y olvidarme de todo. Ya no quiero fingir más mi sonrisa, ya no quiero ir por la vida pretendiendo que estoy bien, estoy sumamente agotada de mantenerme fuerte.
¿Será que no tengo derecho a estar triste, a pasar mi desvanecimiento como cualquier otro? Solo quiero perderme por un buen rato y dejar de pensar en todas las cosas que me preocupan. Sé que puedo seguir soportando, pero hasta la espalda me duele de mantenerme derecha y con la frente en alto. ¿No tengo derecho a estar cansada? ¿Está mal que piense así? Pues creo que lo necesito, necesito parar.
Necesito tiempo sin ir de prisa, sin preocuparme por los demás ni por las cosas que pasan en mi vida. Me hace falta un tiempo de reflexión y descanso, de meditación y tranquilidad. Ya no quiero actuar, soy fuerte, pero mi cuerpo y mi mente ya están muy cansados. Mírame a los ojos y date cuenta que me estoy desmoronando.
La verdad es que no elegí ser fuerte, me tocó serlo, las circunstancias me hicieron cercarme con una reja de protección muy fuerte. Enfrentar cada uno de mis problemas me ha hecho ser una auténtica guerrera, en vez de salir huyendo ante las dificultades siempre escogí enfrentarlas. Aun cuando estaba aterrorizada y sentía que no podía lograrlo, aun cuando el dolor me comía por dentro, me obligaba a hacerlo. Ese era mi mecanismo de defensa hacia la supervivencia. Necesitaba ser fuerte.
¿Y qué he ganado con ello? Bueno, he logrado seguir adelante sin atormentarme tanto y sin sufrir tantas heridas, pero también he ganado un incesante agotamiento. Ya no podría soportar una batalla más, y sé que este no es el final, pero ya debo parar. O si no, ¿cómo podría encontrar de nuevo la fuerza para seguir peleando por mi seguridad y bienestar? ¿Cómo podría desarrollar el valor para fingir una sonrisa más cuando lo que quiero es estar sobre mi cama y llorar hasta que no me queden lágrimas?
Los demás me ven como una mujer intrépida que no le teme a nada, saben que siempre resuelvo los problemas y ayudo a quien sea con los suyos. Y es cierto, eso es lo que siempre hago, lo que mi mente siempre pretende, pero no tienen idea de lo cansada que estoy, nadie tiene idea de la lucha en mi interior. No permito que nadie lo vea.
Siempre me cuidé para no pedir ayuda de nadie, estaba tan segura de mí misma que nunca pensé que la necesitaría. Y el daño que me hicieron antes me hizo más dura y menos tolerante. Y ahora sé que sin importar lo fuerte que pretenda ser y lo que realmente sea, es posible llegar a un punto de quiebre. Y ya llegó para mí ese momento, ya no puedo seguir por mí misma.
Hoy quiero que alguien me abrace, que alguien tome mis manos y me diga con seguridad que todo va a estar bien. Soy una mujer independiente, pero hay un momento en que hasta la más fuerte de las personas necesita un poco de apoyo emocional.
Texto redactado: albertespinola.com © Todos los derechos reservados.