Cuando te cuesta tanto seguir adelante, no siempre significa que te han destrozado el corazón, que te engañaron o pasaste por una enorme dificultad. A veces, es simplemente porque la vida se detuvo sin darte cuenta. Cualquier trivialidad te derrumba y te sientes mal. Todo lo que haces y eres se frena, se pierde y ya no sabes qué hacer.
Pero si te pones a analizar, la gente muere y todo lo que tenía y hacía esa persona queda flotando en la vida, los planes que tenía a largo plazo, las tareas pendientes del hogar, sus deudas bancarias, sus tierras, joyas o carros. Nada se va consigo, todo se queda allí. La gente desaparece de esta vida sin antes ir a poner la comida en el refrigerador, todo lo que dejó por allí se empieza a pudrir y su clóset se queda sin tocar.
Cuando desaparecemos del mundo también desaparece la importancia que le teníamos a nuestros pensamientos y deseos; la vida solo sigue, los demás superan tu partida y continúan. Las personas mueren y todos esos problemas que creían tener se convierten en un vacío que se queda dentro. La importancia que le damos a las cosas influye muchísimo en nuestra perspectiva de la vida, pero nada de eso se va contigo cuando partes.
Las personas mueren y el mundo no deja de ser el caos que es porque que es que ni nuestra presencia ni nuestra ausencia hacen una diferencia. Somos pequeños granitos de arena en un desierto infinito, pero somos prepotentes y olvidamos que la muerte siempre está cerca, esperando, para llevarse la vida y que lo demás ya no valga nada la pena.
La gente muere de un momento a otro, sin darte cuenta, pestañeas y ya alguien desapareció de este mundo. Tu mascota va dar a un vecino o un familiar, o simplemente se pierde en su soledad. Los que quedan viudos eventualmente se vuelven a casar, van de la mano con alguien más y se divierten. Pues sí, te olvidan.
Te vas para siempre y a tu jefe no le tiembla la mano ni la voz para poner a alguien más en tu puesto de trabajo para que la empresa siga en marcha. Hasta las cosas que nunca usaste pasan a alguien más o las tiran a la basura. La verdad es que cuando menos lo esperas, la gente muere.
¿Y quién va por la vida pensando en el momento en que morirá? Nadie espera su partida porque si lo esperaran en verdad, seguro intentarían vivir mejor. Quizá piensen que es mejor usar sus mejores ropas cada día, llevar siempre su mejor perfume, viajar o comer el postre antes que la comida principal. Si la gente esperara por su muerte quizá intentaría amar y perdonar más, disfrutaría más de la naturaleza y valoraría mucho más el tiempo que el dinero.
Después de entender ello y la gente fuera consciente de que en cualquier momento puede partir de este mundo, entonces vería que no vale la pena entristecerse por trivialidades.
Nada es tan pesado, nada es tan doloroso; si lo entendieras, oirías más música, bailarías más, y sonreirías más porque solo te dedicarías a ser feliz el tiempo que te queda.
Entonces, ¿qué estás haciendo tú por el tiempo que te queda? ¿Cómo lo vas a vivir? ¿Quejándote? No, no es así como debes vivir lo que te queda de vida, más bien dedícate a ver siempre la luz y sonreír a pesar de las circunstancias.
Autor: Albert Espinola © Todos los derechos reservados.